Hola, bueno, diré que me llamo Alejandro Treviño, tengo 22 años, soy un chico mexicano orgullosamente gay. Esta es la primera vez que escribo un relato erótico con tintes románticos, así que espero sea de su agrado o interés.
Mi historia empieza cuando conocí a Christopher hace 4 años. Era un chico típico de barrio, vago, de esos que se la pasan en la calle con los amigos. Era un chavo güero, ojos café claro, cabello castaño claro, medía él entonces 1,55 cms. o algo así. Era muy guapo, me enamoró su manera de ser tan natural y espontánea, su sonrisa, su mirada de niño tierno y claro, esas nalgas paraditas y redondas, muy carnositas. Desde que lo vi la primera vez me gustó mucho, pero supuse que él y yo nunca llegaríamos a nada, puesto que no sabía yo si él fuera gay.
Durante un año fuimos los mejores amigos. Había veces en que él iba a mi casa y se quedaba a dormir conmigo, pero en plan sin malicia. Era tanto el amor y deseo que yo sentía por él, que era yo muy feliz al dormir abrazado a su cuerpo. Todo eso hasta un 29 de agosto.
Organizamos una mega peda en la casa de un vecino, ¿es lo típico no? Y ya saben, trago y trago, cerveza, vodka, tequila. Christopher no sabía ni por error que yo estaba enamorado de él, yo tenia miedo de confesarselo y se alejara de mí. Además, yo le gano con 3 años de edad, y eso también me daba pena sentirme atraído hacia un chico de 15 años, teniendo yo 18.
Total que ese día acabamos mega ebrios, demasiado, y le pedí que fuera a dormir conmigo a mi casa. Él aceptó y llegamos a casa.
-Prestame un pants -me dijo con voz de borracho somnoliento.
-Claro que sí, pero tápate bien, no vaya a verte encueradito -respondí yo con mi respectiva de borrachín alegre. Me quité la ropa y me puse la pijama. Me acosté a su lado como siempre, abrazado a su cuerpo delgado, acariciando su piel suave y su cuerpo fuerte. Acariciando su cabello, oliendo su aroma dulce. Desde la primera vez que dormí con él yo tenía unas erecciones grandiosas, sentía una adrenalina fuertísima y tenia la respiración agitadísima. Ese día no fue la excepción.
Empecé a acariciar su abdomen, y sentí su calor. Mi excitación no podía más. De repente se me ocurrió la idea más idiota de mi vida: tocar su pene. En ese momento no me importaron las consecuencias, nada y lo hice. Él ya dormía, su pene estaba flácido y yo, como solía acariciar su cabello, empecé a hacerlo con su vello púbico. De repente él se bajó el pants. Mi briaguez era tanta que no me emocionó más, sino hasta que vi el pants y el boxer abajo y empecé a masturbar su pene. ¡Cuánto tiempo anhelando sentir ese pedazo de cielo! Dura, llena de precum, larga, no era tan gruesa. Empecé a sobar sus huevos, a jugar con los vellos de su entrepierna.
-¡Quítate todo! -Le dije entre susurros.
Lo hizo y yo hice lo mismo. Empecé a besarlo de la cabeza a los pies. Lamí y mordí sus pezones. Al llegar al ombligo metí mi lengua en él. Tomé su pene y empecé a mamarlo. Christopher gemía leve, y hacia movimientos pelvicos que me hacían pensar en cómo era para coger. Lamí de la punta a los huevos, succioné el glande, los huevos. Le pedí que se recostara boca abajo y lo hizo. Besé sus nalgas, lamí su rayita, su ano, ¡Dios! ¡Mi excitación no podía más! Mi verga babeaba líquido preseminal, acerqué mi verga a su culito carnoso y él me dio la sorpresa:
Me recostó boca arriba y me hizo lo mismo que le hice, me besó de la cabeza a los pies, lamió mis pezones… Cuando llegó a mi pene lo metió a su boca, hasta el fondo, como si fuera un experto su lengua mamaba todo de arriba a abajo.
Se detuvo y me levantó las piernas y acercó su verga a mi hoyo, y empezó a meterlo, muy despacio, como deseando que yo deseara más verga dentro de mí y lo logró, y metía todo su trozo y lo sacaba tan lento que mi respiración era agitada y fuerte. ¡Dámela toda! Le pedí. Siguió jugando con mi hambre de hombre y sus movimientos eran suaves y lentos, y gradualmente incrementaba la velocidad. Sentía yo esa verga deliciosa hasta adentro. Me besaba en esa posición y yo jugaba con sus nalgas y metía mi dedo a su hoyo. Él seguía, respiraba fuerte, y así siguió más o menos media hora, hasta que aceleró sus movimientos de mete y saca y circulares, tanto y su respiración agitada:
-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! -dijo levemente y sentí esos chorros de semen en mí, sentí sus chisguetes en mí, de repente su ritmo fue más lento y de manera pesada se dejó caer sobre mí. Me besó, me abrazó como deseando que no me fuera nunca. Yo lo abracé aún más fuerte. Era la primera vez que yo hacia el amor, pues fue con la persona que yo amaba. Antes cogí muchas veces, pero esa noche fue mágica y especial. Y lo que son las ironías de la vida. Christopher y yo, a cuatro años de distancia de habernos conocido, hoy seguimos amandonos y haciendo el amor como pasó ese 29 de agosto. Resultaba que él también era gay.